viernes, 19 de junio de 2009

Monopolios y Monopsonios. Amenaza para el consumidor

Monopolios y Monopsonios. Amenaza para el consumidor.

La concentración en uno solo o muy pocos proveedores de un bien o servicio provocan que estos proveedores puedan fijar precios relativamente altos a sus productos, dar malos servicios, productos de mala calidad, poca o nula disposición a innovar y algunas más que finalmente tienen una cosa en común: dañan al consumidor. A esta concentración de la oferta en un sólo proveedor la conocemos como monopolio, y por extensión, cuando existe más de un proveedor, pero son tan pocos que la situación real en el mercado es la misma, les llamamos oligopolios.

En México, al igual que en muchos países en el mundo existen leyes que intentan proteger al consumidor al prohibir los monopolios y las prácticas monopólicas, quizá con la excepción de los monopolios del propio gobierno. La Constitución los prohíbe desde 1857 y hace sólo unos pocos años (2006) se publicó el decreto con las reformas a la Ley Federal de Competencia Económica.

La actividad empresarial se encuentra altamente regulada y vigilada para proteger a los consumidores, las empresas dedican grandes recursos humanos y materiales en cuidar de no caer por intención , o por descuido y omisión, en alguna práctica contraria a las leyes de Competencia Económica. Por ejemplo, las empresas no pueden ponerse de acuerdo para fijar precios o descuentos, no pueden dividir y "repartirse" un mercado, ya sea geográfica, temporalmente o por cualquier otro segmento. No pueden ejercer su poder conjuntamente para presionar a un mercado, en fin, son muchas las actividades que le son prohibidas (y que bueno que lo son) para proteger a los consumidores.

Por otro lado, existe otro tipo de concentración diferente a la concentración de la oferta llamada monopolio. Cuando es la demanda la que se encuentra concertada, es decir, sólo existe uno o muy pocos compradores, se conforma lo que conocemos como un Monopsonio (cuando es total) u Oligopsonio en analogía a los Oligopolios. Hasta hace poco no era común ver un Monopsonio, salvo en el gobierno, en actividades que sólo le son permitidas a él, como el Monopsonio de la compra de armas, es obvio que un proveedor de equipos militares en nuestro país, sólo tiene como cliente (al menos de forma legal) al gobierno, igual que algún proveedor de equipos para la exploración y extracción del petróleo. En el mercado privado, vemos cadenas de auoservicios o empresas distribuidoras que se parecen mucho (si es que no lo son) a un monopsonio u oligopsonio, pero no es la intención de esta reflexión hablar de ese tema.

Hoy también vemos monopsonios del gobierno en áreas que no le son sólo autorizadas a él, como los medicamentos. El gobierno compra en México la mitad de las piezas de medicamentos que se requieren en todo el País, a través de sus instituciones de salud como el IMSS, ISSSTE, SSA y los sistemas estatales de salud. El gobierno es para la Industria Farmacéutica sin lugar a dudas, el cliente más importante. Una peculiaridad de este cliente es que en realidad no es "un solo cliente" sino muchos clientes arropados bajo el mismo nombre, pero con volúmenes de compra diferentes, condiciones de pago diferentes, condiciones de entrega diferentes y razones sociales y facturaciones diferentes, todos ellos bajo el mismo "apellido: Gobierno."

Lo anterior no es un asunto menor, pues como cliente, en realidad al no ser un sólo cliente sino muchos, por lo tanto cada uno debe estar sujeto a una negociación de acuerdo a su capacidad de compra y todos los factores arriba mencionados. Así ha sido durante muchos años y así debería de ser, cada cliente compra la cantidad que puede, en las condiciones que puede y obtiene beneficios y descuentos de su proveedor en esa misma proporción.

A partir de la instalación en México de una Comisión Negociadora de Precios para las compras del Gobierno, todos esos clientes de "apellido Gobierno" se han reunido para negociar en conjunto el precio de los insumos que le compran a la Industria Farmacéutica, aunque después, cada quien por su parte comprará, como siempre ha sido, en las cantidades y en las condiciones que cada uno quiera.

A primera vista y sólo visto superficialmente parece bien, pero al menos me pregunto si esta práctica no se parece mucho a aquello que tienen prohibido las empresas: Reunirse para compartir información comercial y usar el poder conjunto para presionar un mercado. En el mundo empresarial a eso se le llama un Cártel, pero en el lado de la demanda le llamamos... Comisión Negociadora de Precios.

Existe una Ley y una Comisión que protegen a los consumidores, pero no existe una Ley o una institución análoga que proteja a las empresas de verse presionadas por un comprador con una presencia dominante en el mercado. Sin ser ingenuo, no creo que esto vaya a cambiar en el corto plazo, no veo a ninguna fracción parlamentaria proponiendo un cambio legislativo en este sentido, pero si empezamos a hablar del tema, a estudiarlo, a debatirlo y ver sus posibles beneficios para la sociedad, de la cual somos parte los consumidores, las empresas y el gobierno, quizá en un futuro, veremos una regulación en este sentido.

martes, 2 de junio de 2009

Los síndromes de Ratzinger y Bush.

El Síndrome de Ratzinger

Se me ocurrió este nombre para describir lo que sucede cuando una persona ocupa un puesto cuya figura anterior hizo un papel extraordinario, el ejemplo más palpable es del actual sumo pontífice de la Iglesia Católica, S.S. Benedicto XVI (Joseph Alois Ratzinger) ¿Es posible evitar la comparación con Juan Pablo II? No pretendo ni hacer tal comparación ni justificarla, sino poner sobre la mesa lo difícil que es tratar de evitar el comparar a una gran figura con otra nueva que ocupa su puesto ¿Alguien puede evitar comparar a Camila con Lady D? No sólo eso, además de compararla muchos puede tener hasta antipatía por quién llega a un puesto después de una persona brillante.

En el trabajo seguro encontramos muchos ejemplos del Síndrome de Ratzinger, no importa los atributos de la nueva persona, no importan su logros, no importan sus aciertos, siempre serán menores que el anterior. Para quien lo escribe es mucho más fácil que para quien lo padece, ya me imagino a Camila haciendo su mayor esfuerzo ya no digamos para agradarle a la gente, sino para no tener tantas antipatías. Este síndrome no sólo lo vemos en las instituciones, también en las familias. Pobre del hijo de un gran médico o un gran abogado si se dedica al mismo oficio de su padre, siempre será comparado y casi siempre en desventaja.

En esencia, el síndrome de Ratzinger es el efecto negativo que deja a su sucesor la gran imagen de un líder, mandatario, jefe, familiar, etc., que evita, al menos por un tiempo, que quien ocupa el nuevo puesto, brille por su luz propia o propicia que sus errores se vean magnificados.

El síndrome de Bush

Al contrario del anterior, cuando el personaje antecesor ha hecho un mal papel, quien lo sucede tiene todo por delante para brillar. Los políticos, por ejemplo, están vacunados contra el síndrome de Ratzinger, casi nunca hay una gran figura antes de ellos, así que hagan lo que hagan siempre tienen la oportunidad de hacerlo mejor que el anterior. Ellos frecuentemente tienen el síndrome de Bush, que es aquel en el que quien llega a un nuevo puesto, simplemente, sólo puede hacerlo mejor, aún si no hace nada. ¿Necesita Barak Obama hacer mucho para hacerlo mejor que su antecesor? La verdad es que no, que con el simple hecho de no hacer nada ya sería un gran avance. En este caso sucede lo contrario que en el Síndrome de Ratzinger, quien llega ve exaltados sus aciertos y minimizados sus errores.

Difícilmente podemos encontrar casos más paradigmáticos que el de Ratzinger y Bush para nombrar las situaciones anteriormente descritas. Los adultos contemporáneos no hemos visto a un líder más carismático que S.S. Juan Pablo II ni a un peor gobernante que a JW Bush, ellos ejemplifican lo que a diario sucede en nuestras casas, trabajos y cualquier organización social y creo que por ello merecen que lleven sus nombres los síndromes de Ratzinger y Bush.