martes, 19 de mayo de 2009

Reflexiones sobre la seguridad social y la responsabilidad individual

Imagina por un momento estimado amigo lector que existiera una "seguridad social" que cubriera las descomposturas de nuestro automóvil o los deterioros de nuestra casa. Imagina por un momento que si se te descompone tu carro o sufre un accidente, simplemente haces fila en el taller del "seguro" y gratuitamente te proporcionarán la mano de obra y las refacciones necesarias. Imagina que si una tubería de tu casa se rompe, sólo tienes que pedirle al "seguro" que la reponga.

Antes de doblarnos de risa por el absurdo planteamiento, simplemente reflexionemos si cuidaríamos nuestro auto igual que como hoy lo hacemos, si cambaríamos el aceite asiduamente o revisaríamos el aire de los neumáticos, si manejaríamos con precaución para no golpearlo. Honestamente la respuesta es un abrumador NO.

Sucede que cuando nos enfermamos, sí contamos con un sistema de prepago que por una muy módica cantidad hace exactamente lo planteado anteriormente, no importa si cuidas o no tu salud, tu peso, fumas o bebes en exceso; al momento de estar enfermo simplemente te presentas en la fila y recibes atención médica y medicamentos sin un desembolso adicional. Si fumas y al paso de los años tienes cáncer ¿adivina quien va a pagar el tratamiento? Si tienes conductas sexuales de riesgo y contraes el VIH-SIDA ¿adivina quien va a pagar el tratamiento? Acertaste: la Seguridad Social

Me pregunto si es este un sistema que propicia la prevención o por el contrario fomenta la falta de ella. En todos los seguros privados existe el concepto de "co-responsabilidad", de esa forma uno se cuida de no chocar pues sabe que le costará, además de posibles lesiones, una cantidad de dinero a pesar de tener un seguro. Me pregunto si nuestro sistema de salud debería cobrar una especie de co-aseguro cada vez que utilizamos sus servicios o recibimos un medicamento. Obvio que esto no sería popular, pero quizá abonaría a la responsabilidad individual y a la prevención.

Por otro lado, un sistema de Seguridad Social con énfasis en la EDUCACIÓN EN SALUD ahorraría millones de pesos al estado por vía de menores enfermedades, ausencias laborales y escolares. Simplemente imaginemos que los niños de esta generación crecieran sabiendo lo importante que es mantener una dieta adecuada y un régimen de ejercicio. En unos años tendríamos mucho menos diabéticos e hipertensos, con ello ahorraríamos en medicamentos no sólo para la diabetes, también para sus complicaciones como la insuficiencia renal y sus costosas diálisis, en amputaciones de miembros afectados por la neuropatía y ceguera por la retinopatía. Estoy seguro que al gobierno le interesa ahorrar dinero.

Por otro lado, seamos honestos, a muchas personas no les importa que el gobierno ahorre, el mensaje para ellos es diferente, es la expectativa y la calidad de vida, es "vivir la vida de verdad" con más años de vida con los hijos, su esposa o sus padres; pero sobre todo con una vida más sana si prevenimos las enfermedades en lugar de esperar a que nos pasen y el gobierno nos lo solucione.

viernes, 8 de mayo de 2009

De la investigación con animales

Recientemente, en buena parte gracias a este tipo de redes sociales, se ha creado en el mundo una gran conciencia sobre la ecología, los derechos humanos y, por supuesto, los derechos de los animales. En Internet he visto muchas campañas en favor de la defensa de los derechos de los animales, en favor de detener el abuso y la crueldad. Puedo suscribir mi más firme apoyo a éstas, pero hoy quiero reflexionar sobre el uso de otras especies para la investigación de nuevos medicamentos para los humanos.

Ayer que circulaba vi un automóvil que tenía en la defensa (parachoques) un calcomanía que decía algo así como "Detengan la investigación con animales". Leer este aviso me hizo pensar sobre el tema. Desde que los humanos bajamos de los árboles y nos metimos en las cuevas y posteriormente conquistamos las estepas y el resto del territorio de este planeta (incluso fuera de él) hemos tenido enfermedades, quizá incluso las heredamos de las especies de las cuales evolucionamos. Desde esos remotos tiempos nos preocupamos por nuestra salud y nuestras heridas. Hay muchas evidencias fósiles de heridas y enfermedades que fueron tratadas con lo que se tenía a la mano. De ahí pasamos a la herbolaria, la química empírica y muy recientemente a los medicamentos como los conocemos en la actualidad.

En la actualidad, la sociedad espera de un medicamento muchas más cosas de las que esperaba en el pasado, queremos (yo incluido) un medicamento que sea seguro (sin efectos adversos), eficaz (que prevenga o elimine la enfermedad) y que sea accesible (aunque esto depende de su precio y mi poder adquisitivo). En un mundo ideal no deberíamos necesitar animales para tener estos nuevos medicamentos, claro que idealmente tampoco habría delincuencia, malos gobiernos, corrupción y un largo etcétera, pero desafortunadamente no vivimos en un mundo ideal.

Si de un día para otro todos los centros de investigación en el mundo dejaran de utilizar animales para experimentación la consecuencia sería fácil de prever: no tendríamos nuevos medicamentos. Sí, así de sencillo, no más esperanza de ver la cura para el SIDA o el cáncer, no más esperanza de terapia génica. Diabéticos e hipertensos del mundo, bajen la guardia ya no habría esperanza de algo mejor.

No me parece que la solución sea dejar de experimentar en animales, al menos no en este momento en que la tecnología aún no nos permite tener un modelo artificial de experimentación que reproduzca fielmente todas las variables biológicas que intervienen en la complicada interacción entre un organismo vivo y una sustancia química externa que pretende tener un uso terapéutico.

Por otra parte, entiendo que el límite entre usar y abusar de otras especies a veces parece difuso, el único documento que nos ha llegad del cielo (los diez mandamientos) no tenía instrucciones precisas sobre éste y muchos otros temas, así que somos los seres humanos quienes hemos tenido que subsanar esa carencia creando códigos de ética, cartas de los derechos de tal o cual especie o sector social y más reglamentaciones para normar nuestros criterios sobre nuestra interacción entre nosotros mismos y con otras especies. El problema es que somos juez y parte. La evolución nos ha puesto en ventaja sobre las demás especies, nos hizo mucho más adaptables y un poco más inteligentes (descontando algunas obvias excepciones, pero esta no es una columna política), por lo que estamos en una posición de ventaja.

Mi reflexión sobre el tema (ya era hora, fue mucha introducción) es que más que dejar de usar animales, debemos de hacerlo con más dignidad, apreciando el enorme sacrificio de otras especies en favor de la nuestra, dándoles un trato digno y libre de sufrimiento, creando en paralelo la tecnología que un día nos permita acercarnos un paso más hacia el mundo ideal, ese en el cual lo humanos no abusamos de otros humanos ni de otras especies y, por supuesto, en el que no necesitamos experimentar con animales.

Dr. Gustavo Hernández Verde

jueves, 7 de mayo de 2009

Lo que aprendimos de la Influenza

Personalmente creo que aprendimos muchas cosas, quizá la más importante es que somos un pueblo fuerte que ha pasado por múltiples retos y ha salido fortalecido de cada uno de ellos. Hasta hace unos pocos años, las crisis económicas eran recurrentes y así aprendimos a vivir, en el 85 un terremoto acabó con un montón de vidas y otro tanto de construcciones en el D.F. Huracanes han ido y venido, inundaciones y ahora esta epidemia. A mis 42 años es la primera epidemia de estas proporciones que vivo en carne propia. En el 94 me tocó vivir como médico (residente en ese entonces) la epidemia de Cólera, que ni por asomo fue así de "espectacular" si se me permite el término. Seguramente cobró más vidas que la actual, pero no fue tan televisada ni de proporciones mundiales por lo que muchos ni la recuerdan.

En esta epidemia los medios (bueno, sólo algunos) tuvieron que aprender lo más básico de la biología, como la diferencia entre un virus y una bacteria, algunos fueron más allá y aprendieron términos como Hemaglutinina y Neuraminidasa (los que dan nombre al famoso H1N1, del cual hay 16 variantes de H y 9 de N). En general también aprendimos a contar (sí, a contar), pues la danza de cifras nos obligó a recontar cada día los casos para saber que cada vez que aumentaba la cifra de muertos no eran en realidad nuevos muertos, sino la reclasificación de los ya reportados; lo mismo con las cifras de casos (creo que sería más correcto decir caos) que diario debíamos de entender si eran "sospechosos" o "confirmados".

Aprendimos que ante una verdadera emergencia hasta los más necios de los políticos pueden dejar un poco de lado sus rivalidades y asistir incluso a lugares antes prohibidos como la casa presidencial. Quienes igual que yo odiamos esas actitudes infantiles de "yo no me tomo ni la foto" nos agradó ver que puede más una crisis nacional que la cerrazón y la inquina. Aprendimos que pese a todos los pesares, filiaciones partidistas o ideologías, nuestros gobiernos (de todos colores) actuaron con madurez y responsabilidad. Yo al menos les externo mi agradecimiento, incluso a aquellos que tan mal me caen día a día.

Aprendimos que este mundo se encuentra TOTALMENTE CONECTADO, no sólo geográfica sino cultural, financieramente y sanitariamente hablando. Lo que pasaba en México afectó a todo el mundo, lo que pasó en el terreno de la salud tuvo implicaciones sociales (el aislamiento), económicas (no requiere ni ejemplo), políticas (ya hablé de nuestros amigos los gobernantes), de relaciones internacionales (Fuimos tratados de "leprosos" en Chile, aislados injustamente en China, cancelados nuestro vuelos de y hacia Argentina y Cuba por citar los más cercanos ejemplos de nuestros "hermanos latinoamericanos", nos regresaron un barco lleno de alimento de Haití, la nación más pobre y necesitada de América Latina, y otros más). En resumen la conexión entre la salud, lo social, lo económico, lo político y todas las que mi limitado entendimiento no alcanzan a ver, nos enseñaron lo frágil que es la sociedad.

Yo aprendí mucho, la sociedad aprendimos muchos, espero que nuestros políticos hayan aprendido también, que de sus decisiones en salud y en economía depende el ya de por sí frágil equilibrio social, que no podemos abusar de que somos un pueblo fuerte que "aguanta todo" pues incluso "todo" tiene un límite.

Saludos,

Gustavo Hernández Verde